Aquel campeonato mundial tenía un extraño sistema competitivo. Había cuatro grupos, y el campeón de cada uno pasaba a la ronda final. Pero en vez de jugarse unas semifinales como Dios manda, los vencedores disputaban una liguilla de todos contra todos, proclamándose vencedor el que obtuviera más puntos. Ese extravagante sistema no ha vuelto a repetirse en ningún Mundial, y los mal pensados sospechaban (no sin razón) que era todo una alambicado sistema que habían pergeñado los anfitriones brasileiros, para evitar a toda costa enfrentarse a sus vecinos uruguayos en una hipotética final. El objetivo era muy claro. Brasil veía a Uruguay como su gran rival, un equipo duro y técnico, y confiaban que se dejara algún punto en el camino, en sus enfrentamientos con las potencias europeas. De ese modo, en el último y decisivo choque Brasil-Uruguay, quizás un empate sería suficiente para que los de casa se proclamaran los reyes del mundo.
Pero eso todavía quedaba lejos (o parecía). Lo inmediato era la primera jornada de esa liguilla, de ese lucha entre los campeones.
Brasil:Campeones del grupo 1, tras superar no sin apuros, a Yugoslavia y Suiza. Un equipo formidable, con estrellas en todas sus líneas. El país estaba volcado de forma unánime con su selección, pero el otro filo de la espada, era que se le exigía el título, sin alternativa alguna.
España: Victoriosos del grupo 2, su sensacional triunfo frente Inglaterra y la exhibición ante Chile había hecho subir como la espuma la cotización de los nuestros. Ya alguna prensa carioca advertía que quizás los ibéricos, y no los orientales americanos eran la gran amenaza.
Suecia: Triunfadores del grupo 3, los campeones olímpicos en 1948 habían derrotado en un choque igualadísimo a los italianos, que acudieron a Brasil aún conmocionados tras la catástrofe de Superga, aquel accidente aéreo que truncó la gloria del excelso Torino. Los nórdicos eran un equipo muy físico, pero al mismo tiempo no exentos de clase y buena táctica. Podían ser los tapados del campeonato.
Uruguay: Favorecidos por algunas renuncias, sólo tuvieron que medirse en la fase inicial a Bolivia, a quienes barrieron con ocho goles, que bien pudieron ser una docena. Posiblemente el mejor equipo de todos los que arribaron a Brasil, manejaban casi la misma clase brasileira, la misma fuerza de los suecos, y eran más competitivos que nadie. Además tenían un jugador fabuloso, un medio centro descomunal: Obdulio Varela.
Benito Díaz y Guillermo Eizaguirre, tras la euforia de la hazaña ante Inglaterra, no tienen más opción que centrarse en el temible rival del próximo domingo, 9 de Julio. Nada menos que la República Oriental del Uruguay, la Celeste, aquellos que los anfitriones no quieren ver ni en pintura...
-Durísimos los uruguayos señor Díaz, ese es un partido para hombres...
-De pelo en pecho, don Guillermo. Son muy técnicos, listos, y no se rinden nunca. Además están frescos como el corcho, tras el paseo de la primera fase, y nosotros llevamos ya tres palizas en el cuerpo.
-Tienen dos delanteros peligrosísimos: Schiaffino y Ghiggia, y su defensa es de cuidado, se pegan como lapas y reparten estopa sin contemplaciones, continúa un preocupado Eizaguirre.
-Todo eso es cierto, mi querido amigo, asiente el tío Benito, pero a mí quien me quita el sueño es el negro.
-¿El negro?, pregunta el ex-guardameta del Sevilla.
-El negro, el jefe, o como pichorras le llamen en su tierra. Ese tipo, Obdulio Varela, es una mala bestia. Es el alma, el capitán de su equipo. Tiene la fuerza de Puchades y Wrigth, y el chut de Basora o Panizo. Debemos estar muy pendientes de él. No podemos darle ni un metro, o nos hace un destrozo. Gonzalvo y Puchades, al choque y sin cuartel. Si logramos eso, el partido es nuestro. Y si ganamos este partido...
-Como mínimo ya seríamos subcampeones, señor Díaz.
El domingo nueve de Julio de 1950, en el Estadio Pacaembu de Sao Paulo, España y Uruguay miden sus fuerzas para ver quien de los dos (con permiso de los suecos) se va a jugar la gloria ante los brasileños. Tras mucho meditar, el dúo vasco-sevillano de entrenadores se decantan por Luis Molowny para cubrir la baja del lesionado Panizo. A las ordenes del prestigioso referee galés Benjamin Griffiths, se alinean ambas escuadras:
Uruguay: Máspoli en la portería; defensa formada por Juan Carlos González, Matías González y Andrade; volantes, Obdulio Valera y Tejera; y la vanguardia charrúa la integraban cinco fenómenos: Ghiggia, Julio Pérez, Míguez, Schiaffino y Ernesto Vidal.
España mantenía el mismo once de partidos precedentes, sólo modificado por la lesión de Panizo:Ramallets, el Gato de Maracaná, defendiendo el arco; defensa con Alonso, Parra, Gonzalvo II; medios, Gonzalvo III y Puchades; y el buque insignia, la delantera que había despertado la admiración unánime en esas semanas: Estanislao Basora, Igoa, Telmo Zarra, Luis Molowny y el capitán, el gamo de Dublin Agustín Gainza.
Aquel estadio de Sao Paulo tenía ciertos aires del Metropolitano atlético, pero el césped, el prado no parecía el mejor para un encuentro de esa categoría, en lo que algunos sospechaban era una treta más de los organizadores...
Al rodar el balón los nuestros, percibieron enseguida la enorme dureza que iba a revestir el choque. Los uruguayos movían el balón con oficio, pero al mismo tiempo buscaban las bandas con una rapidez sorprendente, que hacía que nuestra defensa tuviera que abortar con enorme cuidado esos mandobles, pero lo peor es que la zaga hispana no tenía su día precisamente...la buena noticia es que el recambio de Panizo, Luisito Molowny, el Mangas, estaba dando un recital de toque, pase, pisar el balón, mimarlo...sacando toda la esencia de su escuela canaria, que enloquecía todos los domingos al Coliseo de Chamartín...
Por dos veces el gol rondó la meta de nuestro Gato, y finalmente, una preciosa internada por la banda, una más de los charrúas, hizo que Gigghia chutará al palo que defendía Ramallets, y aquella estocada si venció las redes. 1-0 y 27 minutos de la primera parte.
Pero España no se amilana, y empieza a desplegar su mejor juego con el marcador en contra. Los uruguayos no tiene más remedio que replegarse, pero se ven tan acosados que no pueden ni lanzar contras por la banda. Molowny mueve al equipo, y aunque Zarra no puede librarse de una sombra inmisericorde que lo persigue, llamada Matías González, abre huecos, porfía una y otra vez... un genial centro de Igoa, a media altura, la defensa charrúa sólo tiene ojos para Telmo Zarra...y Basora se lanza en plancha, de cabeza, y en el minuto 39 empate a uno.
Los celestes acusan el golpe; durante dos escasos minutos ni ven el balón, ante la avalancha de los héroes que batieron a los pross, y una sensacional jugada de Molowny, y de nuevo Estanislao Basora, que se mueve como una anguila, que ya ha visto que las consignas orientales son detener a Telmo como sea...y el extremo del Barcelona se aprovecha de nuevo, y a placer hace el 2-1, apenas 90 segundos después del empate.
Con ese marcador se llega al descanso, y tío Benito no cesa de animar a los de rojo.
-El partido ya está donde queríamos. Nada de volvernos locos; ya no pueden pillarnos a la contra. Todos juntitos, que sus extremos no puedan contragolpear. Eso lo vamos a hacer ahora nosotros. Usted, Molowny, siga durmiendo el partido todo lo que haga falta. -Cuando ya se dirigían al cesped, Díaz (en un gesto muy suyo) llama aparte a los dos medios centros, Puchades y Gonzalvo, y les recuerda-
-Sobre todo no dejen de vigilar a Varela. Ni un metro, ni un segundo. No lo dejen respirar.
Empieza llover en San Pablo, y la segunda parte avanza sin excesivos apuros; es más lo españoles empiezan a percibir cierto nerviosismo en los orientales, y es que las arengas de Benito Díaz se están cumpliendo a la perfección; el equipo hispano esta atento, replegado, pero moviendo el balón, y lanzado contras muy peligrosas, con Gaínza cada vez más suelto, y Basora asustando con sus desmarques. Los americanos se empleaban con más dureza si cabe, más al choque, mientras el reloj galopa, y ya apenas queda un cuarto de hora...
En una jugada colectiva de toda la delantera, con Gainza tocando, Molowny cambiando el sentido de juego, y Zarra atrayendo de nuevo dos defensores... Igoa se queda sólo ante Máspoli...un centro perfecto para hacer el 3-1 y cerrar el partido...pero el testarazo se va fuera, alto, de forma incomprensible, por escaso medio metro...antes un barullo enorme en el área ibérica y Ramallets cae medio conmocionado. El público, la torcida de Sao Paulo, estaba entusiasmada ante aquel espectáculo...
Tras el fallo de Igoa, el esférico llega a medio campo, lo retiene Tejera, Puchades intenta el corte, ya que ha visto de nuevo a Basora desmarcado, y ese robo de balón pude ser ya definitivo; Gonzalvo lo percibe y acude raudo en ayuda del valenciano...y es Obdulio Varela quien se queda sin marca. Tío Benito presiente la amenaza, y salta como un resorte del banquillo. Varela recibe el pase de Tejera, y en décimas de segundo ve pasillo, veinticinco metros hasta la portería del catalán. Ni se lo piensa. Lanza un disparo, un chut, un misil tierra-aire, que de forma precisa se ajusta, se dirige a la derecha de nuestro cancerbero. Ramallets, aún ligerisimamente afectado por el golpe anterior, se lanza, se estira de forma felina, con aquella elasticidad que maravilla en Las Corts, que asombró Maracana...sus dedos se quedan a escasos milímetros de poder desviar ese puyazo. 2-2 y sólo quedan catorce minutos para el final.
De repente España nota que no tiene fuerzas. Los nuestros se han quedado sin aire. El cerebro, el corazón ordena seguir, dar dos pasos adelante, buscar el 3-2, pero es imposible. Algunos ni pueden ya moverse. Los uruguayos en su salsa, piensan en la victoria. Pero incluso en ese trance las líneas se mueven con inteligencia, y Puchades, Parra y Gonzalvo mantienen el orden.
Termina esa batalla dura, noble y gloriosa. Nadie gana. Empate. Tablas. 2-2. Combate nulo.
Al llegar al vestuario, pareciera que a los nuestros les hubiera pasado un camión por encima. Mientras el marcador fue 2-1, la adrenalina, la energía, el karma de la victoria, fue el bálsamo que vivificó a los de rojo. Con el empate, ya sólo fue posible apretar los dientes, buscar una paz honorable, y conservar un punto.
-Los brasileños van a sudar tinta si quieren ganar a éstos, apunta Guillermo Eizaguirre a su inseparable Díaz.
-Antes nos toca a nosotros, y ahora mismo no estamos ni para jugar al mus -apunta un preocupado Benito.
En ese momento un empleado de la organización se acerca a Guillermo, y le entrega una nota, quien al leerla no puede evitar un gesto de sorpresa y mayor preocupación.
-¿Qué ocurre, que pone en ese papel? ¡Se le ha demudado el rostro, amigo mío! interpela el vasco al sevillano.
-Ocurre que Brasil le ha metido siete goles a Suecia, señor Díaz...
13 comentarios:
Impresionante documento señor Tirador, realmente emocionante y lleno de pasión...ya nos faltaba retomar la saga de España en Río, que por cierto está tomando unos tintes no solo épicos sino absolutamente cinematográficos, pero del cine de la vieja escuela claro está.
Como siempre, portentoso...
Atentamente: La Novia era Yo.
Épico su relato Tirador... Y es que, fútbol era el de antes (asi pensamos los uruguayos, probablemente porque antes ganábamos). Es raro verlo relatado desde el otro lado. Una linda casualidad que hayamos hablado del mismo gran jugador.
Estupendo relato, Tirador. Yo no conozco el desenlace de ese mundial y no he querido indagar en la red para vivirlo con más intensidad con sus relatos, así que me deja en ascuas hasta la siguiente entrega.
Afectuosos saludos.
Cada vez que leo una nueva entrega es como volver a trás en el tiempo, alucinante Tirador. ¿será este el único Mundial al que nos harás viajar o habrá más? :-)
Muchas gracias amiga Novia; y la verdad es que el serial es épico como merece, y cinematográfico como hubiera merecido en cualquier sitio orgulloso de sus gestas.. ¡Un abrazo!
Saludos, Mr. Dupin. Mi reconocimiento y admiración siempre hacia la Celeste, que para los que amamos el fútbol es una escuadra muy querida. Gracias por pasarte.
Ja,ja, hola Gladys, no te preocupes, que queda poco para el desenlace...un beso.
Saludos JLin, y posiblemente habrá más mundiales o eurocopas...aunque posiblemente ninguno tan fabuloso como ese del verano en Curitiba, San Pablo y Río en 1950.
Nunca me hubiera imaginado que un mundial diera para tanto!!! cinco entregas y la historia continua interesante...Como Gladys, yo no conozco el desenlace y resto a la espera de saber como termina este mundial. ¿Buscar el desenlace? No por Dios, que me pierdo lo mejor, la intriga. Un abrazo
¡¡Hola, Layna!! Este Mundial da para mucho, mucho...y te digo lo mismo que a Gladys, estamos ya acercándonos al desenlance...
Un abrazo, amiga.
Perfecta narración del partido Sr.Tirador. Por cierto, esa liguilla de campeones de grupo no estaba mal pensada, aunque le quita la emoción de esos partidos épicos de cuartos, semifinales y final.
Y yo pensando, ignorante de mi, que en esta entrega nos narraba las semifinales, y resulta que no había.
Bueno, yo ya no sé qué más decir, me remito a anteriores comentarios. Sigo disfrutando igual y espero ansioso el siguiente.
Ah, que esto es un serial... Serial de altura, vive Dios.
Gracias Sr. Cahiers. A mí ese modelo de liguilla no me gusta nada, lo puedo entender más como liguilla de cuartos u octavos...pero se puede dar el caso de triple empate o similar...No creo que sea esa apreciación por la cantidad de fases semejantes que ha jugado el Granada C.F.
Es que lo lógico eran las semifinales, amigo nastonC, pero atento que vienen momentos decisivos...
Entre saga y serial..."la Sociedad Española de Radiodifusión presenta....¡España en Río!".
Un abrazo, Clementine.
La verdad es que no me gusta mucho el futbol, pero contado asi parece una experiencia excitante, emocionante, intrigantes y muchos mas antes, que antes o despues hay que dejar...
Pero si, pese a que no me guste el futbol, me he quedado con la intriga del que pasara justo antes del "THE END"
Un placer anónimo amigo, y me honra que sin gustar el fútbol le parezca interesante la historia. ¡Bienvenido al blog!
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