lunes, 4 de junio de 2007

Héroes colaterales


En fechas recientes se ha cumplido el centenario del nacimiento de Hergé, el mítico creador de Tintín, y puede que el máximo exponente de esa linea clara, limpia, tan cara de la escuela franco-belga del cómic.

Debo confesar que nunca he sido entusiasta del intrépido periodista; esa mixtura de caricatura y realismo nunca ha llegado a seducirme, aún reconociendo su peso en el mundo de la historieta, y en la cultura popular del pasado siglo. Pero si algo me interesa de Hergé es que a su sombra surgió una autentica pléyade de creadores, y entre ellos, siendo además coetáneo,se encuentra Edgar P. Jacobs, que tras su trabajo como rotulador, no tarda en dar forma a sus propias historietas.

A diferencia de su maestro, Jacobs se inclina enseguida por un perfil más realista, sin abandonar el canon de la linea clara, ese acentuado detallismo, esos bocadillos hiperinflados de texto, y ese tratamiento tan característico del color.Y sobre todo hay el sabor de la aventura, de la aventura clásica por excelencia, que Edgar P. encuentra y da forma gracias a sus dos grandes creaciones, el capitán Francis Blake, jefe del M.I.5. (servicio de contraespionaje británico) y el profesor Phillip Mortimer, brillante físico escocés.
Con estos dos personajes, una especie de Holmes y Watson, pero sin diferencia intelectual entre ambos, como ocurría en la saga de Conan Doyle, Jacobs creará una serie de once extraordinarios álbumes, desde El misterio de la gran Pirámide, a Las tres formulas del profesor Sato, y donde la médula de la serie es esa épica, que tendría en cine su referencia más paralela en los filmes de Raoul Walsh o Howard Hawks, en los que prevalecía siempre la amistad, la profesionalidad y la lealtad sin ambages ni solemnidades.
Ambientados en los años 50, en plena guerra fría, podemos encontrar también ecos de cierta literatura pulp, e incluso no podría faltar la némesis de nuestros héroes, encarnada en la maligna figura del Coronel Olrik, un malvado no sabemos si más pintoresco que peligroso.

Tras la desaparición de Jacobs en 1987 tuvo lugar un hecho extraordinario: en lugar de concluir, la serie continuó con una fuerza renovada, gracias al concurso de los dibujantes y guionistas europeos más prestigiosos como Yves Sente, André Juillard, Jean Van Hamme y Ted Benoit, lo que supuso hitos como El caso Francis Blake o La maquinación Voronov, que aunque pueda parecer una herejía, resultan incluso más atractivos que los legendarios de su creador.

De enorme éxito en Francia y Bélgica, con ventas en estos países que superan los cientos de miles de ejemplares, y de gran reconocimiento por parte de la crítica, (El caso Francis Blake, fue portada del suplemento cultural de Le Figaro) en nuestro país nunca han pasado de moverse en ámbitos minoritarios, lo cual no debe sorprendernos en demasía, y es que Blake y Mortimer son políticamente muy incorrectos, presentando imperdonables aristas: Elegantes fumadores de pipa, amantes del buen brandy, defensores irredentos de los valores y libertad de Occidente, y aficionados a brindar en ocasiones con un "God save the Queen", perlas varias de una intolerable y subversiva provocación...
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