sábado, 25 de junio de 2011

Canciones de primavera (I)

En 1979, tras veinticinco gloriosos años, dejaba de organizar la Vuelta Ciclista a España el prestigioso rotativo vizcaíno, El Correo Español/El Pueblo Vasco.
En ese difícil trance, que puso incluso la ronda hispana al borde de la desaparición, se hace cargo del evento la empresa Unipublic, que desde primera hora irrumpió con unos modernos y renovados aires, dispuesta a hacer frente al Giro como segunda clásica de las dos ruedas, sólo por detrás del inalcanzable y todopoderoso Tour de France.

Desde el primer momento Unipublic tenía muy claro que era la televisión la gran aliada del ciclismo, y dado que hasta 1983, (una vez organizado ya el Mundial de Fútbol, y que limitaba cualquier presupuesto en RTVE), no se ofrecerían los finales de etapa en directo, la gran apuesta sería el programa resumen, de media hora de duración, que se emitiría tras el telediario de las nueve de la noche, y que contaba con el extraordinario gancho de excelentes músicas, comerciales y exitosas, que se convertirían de inmediato en auténticos hits.


Así, en 1979, el año en que se exhibió el portentoso Joop Zotemelk, sin apenas oposición por parte de Francisco Galdós o Michel Pollentier, el resumen de la jornada se abría, nada más y nada menos que con estos fabulosos ritmos:


Ahí no terminaba la cosa, y es que para ilustrar el desarrollo de la etapa y las clasificaciones, el sprint y las Metas Volantes, el Gran Premio de la Montaña y el Trofeo de la Regularidad, alguna mente brillante tuvo la iluminación suprema de elegir...


El resultado fue inmediato. Ese programa, y esas canciones que sonaban todos los días durante tres semanas, fueron la gran sensación de la primavera de 1979. 

En aquellos días, yo cursaba séptimo de la EGB, y durante todo ese curso el tema estelar había sido el Greased Ligtning, de la película Grease. Por ello, cuando una media mañana de mayo, en el recreo, una divertida muchachada le hacía los coros del September al vocalista oficial de la clase, un ocurrente y excéntrico chaval al que apodábamos (ignoro el motivo) Orinoco, ya no cabía la menor duda, la apuesta de Unipublic había sido todo un éxito arrollador...

sábado, 18 de junio de 2011

El jaleo de los días (de feria)

La semana pasada fallecía el escritor y agitador cultural Jorge Berlanga, hijo del gran Luís, y al que recordaba como contertulio de QGEC, y sobre todo, colaborador de aquella maravilla periodística que fue la sección Gente y aparte, del diario ABC.

A finales de los ochenta, la centenaria cabecera de la calle Serrano, publicaba los sábados unas deliciosas páginas de ocio, cultura alternativa, cómic, y sobre todo un humor finísimo y surrealista, que emparentaba con la mejor escuela de La Codorniz.
Jorge Berlanga, María Jaén, Vampirella...pinceladas ¡nada menos! que de Jaime Urrutia y Santiago Auserón...
Por si eso fuera poco, no faltaba la tira cómica, fabulosa, inigualable de Buitre Buitaker, obra maestra de ese genio llamado Ricardo Gallardo. Esas cuatro viñetas sabatinas, donde se mostraban las peripecias del inefable Buitaker, un fascista casi más carota que añejo, y de su sobrino y pupilo Blasito, asistente sin sueldo, (hasta que se subleva y su mentor tiene que acceder a "pagarle sus miserables denarios") que tenían su hogar en la barcelonesa estatua de Colón, son de lo mejor que se haya publicado nunca en ese género tan anglosajón, y tan poco hispano (no me pregunten por qué).


 
La colaboración de Santiago Auserón fue un regalo llamado Manifiesto del Rock & Roll, donde el músico aragonés mostraba unas dotes fuera de lo común para la escritura; no en balde las letras de sus canciones son de lo mejor, o lo mejor que se haya visto, leído u oído en la música popular del pasado siglo en nuestro país, en el mismo Olimpo que Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina.
Y es que en 1987, cuando se publica La canción de Juan Perro, asistimos al alumbramiento de un álbum portentoso, plagado de canciones y letras de una riqueza, vistosidad... brillantes y complejas, que me siguen admirando cada vez que las disfruto de nuevo.


 El jaleo de los días de feria
ya se oía a un kilómetro del pueblo
y un extraño acento en el hablar
de los que halló por el camino.

Un coro de muchachas y una vieja
levantándose las faldas al bailar
y un jovencito de broma peligrosa
haciendo gala del orgullo local.

De los que dan dinero por la noche
para que nunca termine su canción
para que sude el músico ambulante
su condición de vagabundo.

Es ya la hora del aperitivo
y todavía no funciona el tiovivo
el músico buscó la acera en sombra
y la ventana donde olía a flor.

Tenga esta rosa blanca, señorita
a cambio de su negro pensamiento
por qué motivo temblaron sus labios
vio en sus ojos el fondo de un volcán.

Y mientras tanto corría la sangre
en la plaza, como un vino común
y las plumas de los gallos
por el aire volaban aun.

Quítese usted de en medio forastero
que ya no quedan señoritas en el bar
ya cantó como el gallo de pasión
pero ésta es mi canción
y el baile va a empezar.

El músico ambulante se agarró del vaso
y sintió que flotaba en la luz artificial
apuró el trago de madrugada
un borracho imitaba el canto del gallo.

Se deslizó por una callejuela
antes de que empezase a clarear
y al pasar por la ventana enrejada
suavecito empezó a silbar.

Pero nadie conocía la tonada
que era inventada para la ocasión
y se fue por el camino a contemplar
los desvelos de las últimas sombras.

Y caminando iba pensando que ganar
siempre es tentar a la otra cara de la suerte
y que por eso te hacen daño los huesos
cuando golpeas fuerte.

Y así se fue chasqueando los dientes
en memoria de algún actor
cuyo nombre se ha perdido
y que hacía de bandido


y sintió la alegría del olvido
y al andar descubrió la maravilla
del sonido de sus propios pasos
en la gravilla.
 
                                                


Y siendo hoy sábado...¡qué pena no poder encontrar en el quiosco, nada parecido a aquello! no encontrar la tira de Buitaker, los manifiestos de Auserón, o los delirantes delirios de esas páginas, de ese Gente y aparte...


sábado, 11 de junio de 2011

España en Río (VI)

Brasil era una fiesta, o medio fraseando a Preston Sturges se vivían Carnavales en Julio. La exhibición de los cariocas antes los fornidos suecos, campeones olímpicos en 1948, a los que habían endosado sietes goles como sietes soles, con póker de Ademir, dos de Chico y uno de Maneça, habían desatado la euforia en toda la Confederación, que veía a España como el último escollo, el último gran handicap para lograr la ansiada Copa Jules Rimet, que se les había escapado de forma dolorosa en 1934 y 1938.
La prensa destacaba por encima de todo al delantero centro de nuestra selección, al gran Telmo Zarra. 
¡Duelo de goleadores! se anunciaba en portadas y en páginas deportivas, haciendo referencia a los dos arietes, al de Asúa y al fabuloso Ademir, el artillero del Vasco da Gama, que contabilizaba siete dianas en el torneo, siendo el gran ídolo de la torcida brasilera. 

La parte cómica venía de un divertido y surrealista artículo en el que analizaban una peculiaridad poco conocida de nuestro Telmo:¡Cuidado con Zarra, se lleva el balón escondido en las mangas! titulaban, ilustrando la columna una curiosa instantánea, en la que el vizcaíno acosaba a un portero rival...

Ajenos a esas apasionantes previas, a esa fiesta, a ese carnaval, Guillermo Eizaguirre y Benito Díaz planificaban la estrategia ante los anfitriones.

-Panizo ya está recuperado, y aunque Molowny ha cumplido, está claro quien es el titular -afirma convencido el sevillano-
-Panizo es mucho Panizo, y estando recuperado...-asiente el donostiarra- lo que me preocupa es el cansancio que llevamos encima...y el comienzo del partido; debemos aguantar los primeros veinte minutos, salir vivos de ahí...si logramos incluso llegar al descanso sin perder...les damos un susto monumental, y todo ese ambiente se les vuelve en contra...
-No podemos jugar lentos, si caemos en su ritmo...estamos perdidos, señor Díaz.
-El problema es que éstos juegan lentos y rapido; duermen el balón y lo despiertan...Ademir, Chico, Juvenal...menudos fenómenos...
-Vamos, vamos, señor Díaz, que sólo han destacado contra los suecos; y eso hasta pudo ser un accidente. Contra Yugoslavia y Suiza lo pasaron muy mal.
-Nos aguarda una dura prueba don Guillermo. La más difícil que hayamos pasado nunca. -concluye el tío Benito-.

Aquel jueves, 13 de Julio de 1950, ya a la una de la tarde, dos horas antes de que empezara el choque, doscientas mil almas llenaban el fastuoso Maracaná, con una torcida entusiasta, globos, cohetes, cometas...centenares de seguidores se quedaron a las puertas del Estadio; habían acudido sin entrada, y tuvo que intervenir la policía local...era imposible que cupiera nadie más.
En el palco el Embajador de España en el Brasil, el Conde de Casas Rojas, que se instaló junto al venerable Jules Rimet.
Y en nuestro país, eran ya casi las diez de la noche, y millones se reunían para seguir por Radio Nacional lo que podía significar, nada menos, que la consecución del Campeonato del Mundo.

Cuando  los nuestros saltan al prado, se quedan boquiabiertos, absortos de aquel espectáculo...ni Chamartín, ni Las Corts, ni tan siquiera La Catedral...aquello era lo nunca visto...ese colorido, ese entusiasmo, esa fiesta, ese carnaval en Julio...
Agustín Gainza se acerca a Zarra, y no puede evitar preguntarle:
- Jobar, Telmo, ¿habías visto algo semejante?...

España arma su once de gala. Panizo se ha recuperado, y Gaínza dice que puede jugar. Así la escuadra roja forma con Ramallets; Parra, Gonzalvo II, Alonso; Gonzalvo III, Puchades; Basora, Igoa, Zarra, Panizo y Gaínza. 

Los sudamericanos, camiseta y calzón blanco, puños y cuello azul, oponen una alineación de campanillas:
Barbosa en la portería; Augusto, Juvenal y Bigode en defensa; Bauer y Danilo en medio campo; y sus cinco fabulosos delanteros: Friaça, Zizinho, Ademir, Jair y Chico.
El inglés Reginald Leafe, referee de categoría, es el encargado de arbitrar el encuentro.
La interpretación del himno anfitrión es ya una apoteosis, las dos últimas estrofas se confunden con el clamor, los cohetes, la fiesta... 
Terra adorada
Entre outras mil
És tu, Brasil,
Ó Pátria amada!
Dos filhos deste solo
És mãe gentil,
Pátria amada,
Brasil!


Brasil sale en tromba, circulando el balón a una velocidad asombrosa, ante los nervios de la defensa hispana, que observa con temor como el medio campo es incapaz de retener ni diez segundos el esférico; en el banquillo ibérico piden calma, hay que aguantar ese inicio como sea... Esto es una gaseosa Sr. Díaz, tenemos que sufrir este rato, y todo será distinto, intenta autoconvencerse Guillermo Eizaguirre.

A los dieciséis minutos recoge un pase Ademir, que sólo tiene la portería en mente, y lanza un potente chut; Ramallets se lanza a la derecha adivinando de forma perfecta la dirección...pero el disparo tropieza en Parra...la trayectoria cambia por completo...y el 1-0 llega al marcador ante la euforia local...euforia que aumenta cuando cinco minutos después, el Gato Ramallets, el héroe de jornadas pretéritas, rechaza de forma desafortunada un lanzamiento de Jair...el esférico golpea en el larguero...y bota dentro de la portería...y sólo cinco minutos más tarde Chico hace de forma plástica el 3-0...
En menos de media hora España ya estaba rota y vencida, ante la avalancha carioca y el sufrimiento de Benito Díaz que salta casi al terreno de juego tras la maravillosa jugada de Chico...
-¡¡¡Señor Puchades!!!, ¿¡qué coño está pasando!?-

Estaba pasando que España flotaba en el campo, que sólo Igoa se salvaba de la quema...que ni Panizo ni Gaínza hilvanaban una jugada...que Zarra era frenado por Juvenal...que la defensa era un manojo de nervios...que Ramallets parecía un juvenil...
La arenga de Tío Benito parece espabilar a los nuestros, que hasta llegar al descanso se parecen a la poderosa escuadra de hace dos semanas.


Ya en el vestuario se intenta subir algo la moral...
-Hay que hacer un gol, meterles el susto en el cuerpo...aún queda la segunda parte, -intenta animar Benito...pero las caras de los nuestros no parecían las más apropiadas para una remontada.


La segunda parte se inicia como acabó la primera, con una España más seria, más ordenada, incluso llegando al área rival...Zarra porfía, Panizo distribuye, Basora chuta...en el banquillo se piensa en ese gol que cambie el partido.
Lo que llega en realidad son cinco minutos de pesadilla, del 55 al 60...Chico, Jair y Zizinho logran de nuevo tres goles de bella factura, que llevan al éxtasis a la torcida...nunca un estadio vivió tal gozo, tal deleite, tal entusiasmo de su grada...
Poco después, en el 70, Igoa, que estaba jugando de fábula, logra el llamado gol del honor...los nuestros casi ni lo celebran...Basora, Zarra, Panizo...no se explican lo sucedido...Brasil podía ser mejor, era mejor que nuestra escuadra...pero media docena de goles...eso no, pensaban los verdugos de Inglaterra...


El partido termina con el 6-1, y una multitud entusiasmada  se echa a las calles, a bailar, a disfrutar de un Mundial ya casi en la mano. Sólo casi, ya que en el otro partido de la jornada, Suecia ganaba durante toda la segunda parte 2-1 a Uruguay, y ese tanteo ya daba el título a los cariocas...pero al final, casi al final...los celestes remontan y se imponen 3-2 a los nórdicos. No importan, piensan en Río, tras conocer las noticias de Sao Paulo; un empate ante los orientales será más que suficiente...y ese Brasil se veía invencible...habían destrozado a los aguerridos hispanos, a los mismos que habían vencido a Inglaterra, a Chile, frenado a Uruguay...


El vestuario español era un funeral...ni radios, ni embajadores, ni telegramas desde El Pardo...Benito Díaz y Guillermo Eizaguierre intentan consolar a los suyos...
-¡Vamos, chavales, aquí no ha pasado absolutamente nada! -gritan, casi al unísono, mientras el equipo, cabizbajo, hundido, sin mediar palabra, rumiaba aquella derrota.
-¡Dios mío, señor Díaz, nunca había visto nada semejante!, que desastre, que paliza...-se sincera Eizaguirre-
-Vinieron los sarracenos, y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos, cuando son más que los buenos, recita con humor el donostiarra.
-Pues menudos eran estos sarracenos, y bien que nos han molido- concluye, esbozando una triste sonrisa, el gran Guillermo Eizaguirre... 

 

sábado, 4 de junio de 2011

Verdi prati

Hace unos días, mi hermana menor, también conocida como Capitán Araña en la blogsfera, tuvo un examen de canto, (no contenta con su virtuosismo en el violín, ahora también estudia canto) y me refería la melodía que eligió para su ejercicio.

-He cantado el Verdi prati de Handel, ¿lo conoces? -me informa de primera mano-.
-¿El Verdi prati? no lo he oído en mi vida -tuve que responderle con la sinceridad del ignorante- 


Verdi prati es una aria de la ópera Alcina, del genial compositor británico, basada en el Orlando furioso, que desarrolla en una trilogía junto con Ariodante y Orlando. Curiosamente, esas grandísimas obras fueron postergadas de los escenarios hasta el pasado siglo. De forma increíble, en España no llego a estrenarse hasta 1943, en Barcelona,  y en Alemania estuvo siglo y medio sin volver a los teatros.

Si toda Alcina es una maravilla, un deleite para los sentidos, su aria Verdi prati es la joya de la corona, la gema más preciosa de ese tesoro, sobre todo si se encuentran las versiones apropiadas. Posiblemente ninguna  como la de Susan Graham,  la mezzosoprano de Roswell, que la interpreta con una dulzura, una cadencia, unos matices inigualables.


Oyendo, disfrutando la grabación que me ofrecía Capitán Araña, comprendí que pudiera existir eso que llaman el Síndrome de Stendhal...pensaba como era posible, humano, hacer algo tan bello...algo que nos hace pensar en el punto omega, tan caro a Teilhard; algo que nos acerca a ser dioses; mejor dicho, algo que nos acerca a Dios...


  
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