martes, 14 de agosto de 2012

La belleza del alma

El pasado viernes disfruté de un partido de voleibol, en el marco de esas tardes maravillosas de agosto, en las que una Olimpiada ofrece delicias por doquier, ora por levante, ora por poniente...esa tarde de viernes, tras el baloncesto, y al alimón con el atletismo...gestas de héroes keniatas, etíopes y demás, quedé embelesado por la vibrante lucha, por el desafío de la medalla de bronce entre los equipos femeninos de Japón y Corea del Sur...debo confesarles que mi interés no era unicamente deportivo...y es que la mujer oriental y muy especialmente la nipona, siempre me ha fascinado sobremanera...ignoro que mecanismos psicológicos serán los causantes de ello, aunque posiblemente mi veneración por el cine japonés tenga mucho que ver en ello.

Cuando hablo de cine japonés, y aún mostrando mi entusiasmo por maestros como Masaki Kobayashi o Takeshi Kitano, lo cierto es que nada es igualable a ese triunvirato, esa santísima trinidad...Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi y Akira Kurosawa; curiosamente, en los dos primeros, los personajes femeninos son el leitmotiv principal de toda su filmografía...lo cual no deja de ser sorprendente en una cultura tan extremadamente patriarcal y tradicional en grado sumo...mujer y mujeres son las protagonistas, el núcleo, la almendra, el meollo de Cuentos de la luna pálida de agosto (para el bien o para el mal supremo), Vida de Oharu, mujer galante, o la conmovedora Historia de los crisantemos tardíos, por citar tres obras maestras de Mizoguchi...la mujer como expresión del bien, casi de Diosa madre, belleza fascinante y turbadora, o entrega y sacrifico supremo...el gran Ozu, Yusujiro Ozu no anda a la zaga, con retratos femeninos de colosal envergadura en Las hermanas Munekata, Primavera tardía o Flores de equinoccio...pero llegados a este punto debemos detenernos.

Cuentos de Tokio, Tokyio Monogatari...un filme total, una obra maestra absoluta, firmada por Ozu en 1953, y que en la ultimísima encuesta de Sigth & Sound se ha instalado nada menos que en la tercera plaza, desbancando a ese prodigio llamado La regla del juego...Cuentos de Tokio, en su disfraz costumbrista, o precisamente por ello, ofrece una historia universal, ejemplar, en el mayor sentido cervantino del termino...seguramente influida por el Make way for tomorrow de Leo McCarey, aumenta y corrige a su antecesora, con vueltas de tuerca asombrosas...adquiriendo verdadero sentido la célebre reflexión de Jean Luc Godard, el travelling es una cuestión moral...pero Tokyio monogatari no podría ser lo que es, sin el personaje de Noriko (Setsuro Hara), ese ángel en la tierra, viuda de facto, que irradia belleza y bondad a partes iguales...hay más verdad y enseñanzas en los diálogos, en cualquier diálogo de Noriko, que en todos los manuales editados de autoayuda, coaching, o como demonios se llame eso...generosidad, que no indulgencia (a la que intentó acercarse Woody Allen en Hannah y sus hermanas), pero plagada de autocrítica inmisericorde...

Imposible no ver Cuentos de Tokio, y no caer de hinojos ante Noriko...ante esa imagen de belleza y bondad suprema, que quizás sólo sea posible encontrar en el celuloide...y aún así, sólo y unicamente si se visiona una película japonesa, a ser posible dirigida por Yasujiro Ozu... y siempre, siempre protagonizada por Setsuro Hara.
   
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