sábado, 20 de agosto de 2011

La canción del verano

Uno de los lugares recurrentes de mi infancia era, cuando a la llegada del verano, ya en el mes de Julio y pasada la primera quincena, iniciábamos en casa el viaje a Tudela, el pueblo de mi madre, para ver a mis abuelos, tíos y demás parientes, y disfrutar además de las fiestas de Santa Ana.

Motril está alejado de la Capital de la Ribera más de 800 kms, y el camino lo realizábamos en el flamante Renault 8, que mi padre había adquirido en 1970. Todavía ese estupendo vehículo es conducido con arrojo, nada menos que por Capitán Araña, ante el asombro y admiración de los viandantes y el resto del parque móvil.
Pues bien, esos 800 kms, sin las carreteras ni autovías, ni zonas de servicio de hoy, eran amenizadas por la radio AM que llevaba incorporado el R8. Cada estío sonaba una canción por encima de las otras y se convertía de facto y de hecho en la gran triunfadora, en la poseedora del galardón de la canción del verano.
En 1972, mientras recorríamos Despeñaperros, atravesábamos los Llanos de la Mancha, nos perdíamos en Madrid (todos los años nos perdíamos en Madrid), comprábamos pan delicioso en Soria, o arribábamos a la Comunidad Foral, triunfó una melodía en todas las emisoras, que encandiló a todo tipo de público, suscitando una unanimidad poco común en ese género.
Original del grupo norteamericano First Moog Quartet, una de las primeras bandas de lo que se llamaría música electrónica, Los Pekenikes realizaron una versión portentosa, que se ajustaba como un guante a su estilo. Les estoy hablando, nada más y nada menos, que del clásico y canción del verano de 1972, Palomitas de Maíz. 


 

lunes, 15 de agosto de 2011

Tarde de cine

Tal y como prometí en entradas anteriores, ya he tenido oportunidad de visionar El origen del planeta de los simios, interesante precuela de toda la saga. Les cuento.

Ya hace años que en mi localidad de residencia no es posible disfrutar ese tipo de placeres; lejos quedan los días en que existía un moderno complejo de cuatro salas, que ofrecían los estrenos de la temporada, y más lejos aún los días del Coliseo, ese enorme y entrañable teatro, que hizo las delicias de varias generaciones de motrileños. En pleno siglo XXI sólo es posible acceder a una minúscula sala, superviviente de los antiguos Multicines, incomoda, de pésimo sonido y seguro que con menor calidad de proyección a la que ofrecería el Teatro Calderón en los años veinte, cuando la magia de Chaplin, Douglas Fairbanks o El Gordo y el Flaco abarrotaban cualquier cine.
La última película que vi en esa ratonera fue El caballero oscuro, en compañía de Capitán Araña, habiendo varias escenas en las que era imposible entender nada, con los efectos sonoros solapando los diálogos. Me dije a mí mismo que no volvía por ahí hasta que hubiera una sala decente. Sigo esperando.


De ese modo, el pasado viernes, en compañía de mi buen amigo Pepe Cahiers, acudí al complejo Kinepolis, a las afueras de Granada capital. Eso es otra cosa. Sonido excepcional, butacas amplias, distancia entre filas...ahí es posible disfrutar del buen cine, sí señor...
Antes de entrar en la sala me gusta echar un vistazo a un tenderete de libros, que está ubicado de forma estratégica a la entrada y donde es posible encontrar algo interesante a mejor precio. En este caso nada menos que la Cleopatra de  H. Rider Haggard, un autor por el que siento veneración, por sus relatos de Allan Quatermain y el ciclo de Ayesha, la bellísima e inmortal reina.

Y por fin pudimos ver a los simios. Estupenda película, no esperen una obra maestra, pero es un film hecho con oficio, talento, buena producción y enorme respeto por su antecesora, con guiños y homenajes repartidos con eficiencia, y con un final que lo mismo sirve para cerrar la saga, o abrir varias secuelas que las continúen. Lo que se dice, un buen trabajo de profesionales con valía.

Eso sí, no salgan despavoridos en el final, porque ofrece continuación de la historia en los créditos, aunque eso es algo que a los espectadores de hoy les trae sin cuidado, y hacen como esos aficionados de poco fuste, que abandonan el estadio en el minuto 89, y se pierden instantes, que a veces pueden ser lo mejor del fútbol.
Como imaginaran, Cahiers y un servidor esperamos al final de verdad, y una vez visto todo, como Dios manda, nos dirigimos a la salida, la misma que minutos antes había tomado una multitud menos cinéfila o con más prisa...intentamos abrir la primera puerta, a continuación la segunda hoja, con el mismo resultado... aquello estaba empotrado, cerrado a cal y canto...noté cierta preocupación en el rostro de Cahiers, que se acrecentó cuando le espeté, anda, como en La cabina, pero al menos esto es más amplio...fuimos al otro extremo, donde estaba la puerta en teoría de entrada, e intentamos abrir la puerta...que estaba igual de inaccesible que la de salida; por ello al empujar la segunda hoja, y abrirse de forma majestuosa, e inundarnos la luz, ya artificial de esa parte del recinto, pudimos resoplar con cierto desahogo, y comentar ya tranquilamente la entretenida cinta que habíamos disfrutado y presentir la opípara cena que nos esperaba, ya en compañía del feliz matriarcado que es la familia Cahiers, (esposa, hijas, y allegadas varias...)




domingo, 7 de agosto de 2011

El mejor infierno

El facebook, al igual que el turismo (Martínez Soria dixit) es un gran, estupendo, sensacional invento.
Gracias a él, esta mañana de domingo descubrí a una sensacional cantante y una melodía que me tiene encandilado.

Mi amiga Celia Mur ha tenido la feliz idea de compartir en su muro nada menos que L´inferno de la sin par Nina Zilli, una italiana de Piacenza, que ha puesto en los dos últimos años patas arriba el panorama musical en el país transalpino, con una voz cálida, potente, con querencias y deliciosas influencias del mejor soul, sin olvidar sus raices de fuste, su sangre romañola...

Así que para estos calurosos, cálidos, tórridos días de agosto, el ferragosto, para las suaves noches de la pálida luna...pues nada mejor que este Inferno, donde no me importaría perderme, sin ninguna esperanza, al lado y en compañía de Nina Zilli...o de Celia Mur.







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