jueves, 29 de marzo de 2012

Tempus Fugit

Fue en 1994 cuando me aficioné, o mejor dicho, me convertí en un adepto entusiasta del cine de Woody Allen. Ese año se estrenó Misterioso asesinato en Mahattan, y al admirarla en los Multicines Neptuno de Granada, pasé uno de los ratos más divertidos de mi vida cinéfila. Desde esa epifanía, y por medio del VHS, fui adquiriendo las joyas que el neoyorquino había realizado en años anteriores, desde las delirantes Bananas o La última noche de Boris Gruchenko, las incontestables Annie Hall o Manhattan, o ese triunvirato  que formaban mis predilectas: Hannah y sus hermanas, Broadway Danny Rose y Delitos y faltas.
Esa fue una época dorada de genialidad cinematográfica, artística y todo lo que quieran añadir...esperaba el estreno anual de Woody, (casi siempre en esos peculiares minicines que fueron los Aliatar) que nos regalaba manjares como Balas sobre BroadwayPoderosa Afrodita, Todos dicen i love you,e incluso recuerdo pasármelo de maravilla en Celebrity...en un momento dado, coincidiendo con el nuevo milenio, la entrega anual empezó a perder fuerza, chispa, gracia...aún en esos casos, ese poco de Allen, como el brandy Magno era mucho, y esos Allen menores, mostraban retazos de autoría...más o menos, según de que filme hablemos.

Hace unos días estuve viendo Midnigth in Paris; con cierta curiosidad, espoleado por su Oscar al mejor guión, y cierta divergencia en las críticas, que no terminaban de ponerse de acuerdo...incluyendo a mi buen amigo Pepe Cahiers, que muestra cierto tono neutro ante esa obra, o posturas mas beligerantes como la de mi hermana La novia era yo, quien directamente se muestra decepcionada ante la última aportación de su idolatrado Woody.
Con todas esa premisas, y ciertas dosis de prevención, me dispuse a ver por fin esa Medianoche en Paris...y debo decir que quedé absolutamente maravillado ante lo que contemplaron mis gozosos ojos (y ojo a partir de aquí, porque aparecen spoilers, y uno tiene cierta fama injusta en algunos ambientes cercanos, de reventar películas); ante esa deliciosa historia de saltos en el tiempo, de poder transportarse a los felices veinte...de irrumpir en una fiesta en la que se alterna con Hemingway o los Scott Fitzgerald, mientras Cole Porter ameniza al piano...

Pero si Allen es un maestro en el arte de los flashbacks, en este caso ofrece la genialidad de mostrarnos un más difícil todavía, con un salto en el tiempo del siglo XXI a los años 20, y de ahí al París de la Belle Époque, por expreso deseo de Marion Cotillard, quien repite que el mejor París no es el de los años 20, sino el de Moulin Rouge...y es que en el fondo, lo más deseado es lo que nunca se podrá alcanzar.

Recuerdo como hace unos años, en Oviedo, se celebró un fabulosa charla entre Woody Allen y José Luis Garci, donde el neoyorquino insistía, una vez más, que era consciente que nunca podrá realizar un solo filme que esté a la altura de Bergman...y Garci le replicaba que Bergman pensaba eso de sí mismo, pero comparándose con Dreyer...mientrás que el danés decía lo mismo, pero en contraposición con Murnau...

Y además, no me negarán que no han soñado nunca en poder vivir o mejor dicho, disfrutar de otra época, de otro tiempo...¿no sería fabuloso poder transportarse al Londres de 1972, sentado en una tribuna de Highbury, un veintidós de marzo, en el que Arsenal (Charlie George) y Ajax ( Johan Cruyff) ofrecieron un recital de fútbol, con triunfo holandés (como no podía ser de otra manera)...o seguir en Londres, pero recorrer otros veintinueve años y los miles de metros que separan Highbury de Wembley, y ser testigo del nacimiento del fútbol moderno, con los mágicos magiares, Puskas, Czibor y Kocksis, esa Hungría todopoderosa que humilló a Inglaterra con un 3-6 que pervive para siempre?
¿Y poder contemplar, gozar, vivir, cada año, un estreno de Ford, de Hitchock, de Wilder, de Truffaut?...sí, ya sé, que eso es ensoñación, escapismo, fabulación...el querer atrapar en esa quimera la espuma más dorada de esos días... y quien sabe si gracias a esos bucles temporales, al igual que en Midnigth in Paris, sentado en una escalinata, junto a una iglesia, ver pasar un coche de época...desde el que te invitan a subir...y en ese momento, es posible viajar en el tiempo, y lo más prodigioso todavía, atrapar, como quien no quiere la cosa, el amor verdadero...



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...