domingo, 25 de septiembre de 2011

Abril del 68

España no inicia su andadura en el eurofestival hasta el año 1961, siendo la debutante Conchita Bautista, de la mano de un tema deliciosamente compuesto y arreglado por Augustó Alguero, Estando contigo.


Ya desde esas primeras ediciones, TVE, o lo que es lo mismo, el Ministerio de Información y Turismo, mostraron un enorme interés en el evento, intentando potenciar la imagen exterior del país, en plena etapa de desarrollismo económico.
Al igual que hacían todos los competidores, se buscaba lo más granado del panorama musical, para llevar una representación con aspiraciones, que pudieran luchar de igual a igual con todas las potencias eurovisivas. Tras esa primera actuación, fueron defendiendo el pabellón hispano artistas como los TNT, Victor Balagué, José Guardiola, de nuevo Conchita Bautista, mostrando todos ellos profesionalidad y oficio, logrando buenas críticas, pero no pasando en ningún caso del noveno puesto, y en dos ocasiones quedando en última posición, el temido y temible farolillo rojo...

De este modo para la edición de 1966, TVE decidió presentarse con el cantante más popular del momento, el crooner por excelencia de la música española, nada menos que Raphael, Rafael Martos, todo un ídolo de la canción, poseedor de una voz extraordinaria y un dominio magistral sobre el escenario. Manuel Alejandro compuso, ex profeso, Yo soy aquél, que tuvo un enorme éxito y obtuvo la mejor clasificación de los nuestros, una séptima plaza, premio escaso para una actuación que merecía como poco el pódium. 
Pero la actuación del jienense fue tan notable que TVE no tuvo la menor duda en ofrecerle repetir al año siguiente, a intentar de nuevo fortuna, en este caso en la imperial Viena.
De nuevo Manuel Alejandro fue el compositor de una preciosa balada, Hablemos del amor, que de nuevo obtuvo una gran acogida, consiguiendo la mejor actuación hispana hasta ese día, la sexta plaza, en un año de nivel espectacular, donde Europa conoció a una jovencísima Vicky Leandros, y su L´amour est bleu, llegando a ser número uno de ventas en Estados Unidos, y la ganadora Sandie Shaw, con sus Marionetas en la cuerda, un exitoso hit en toda Europa, incluida España, donde hasta Ibáñez lo refleja en una de las divertidas historietas del Botones Sacarino.

Lógicamente, para la edición de 1968 no acudiría de nuevo Raphael y en este caso la dirección del canal público centró el foco en un joven cantautor de Barcelona, Joan Manuel Serrat, buena y personal voz, mejor compositor y con gran estilo, que tras varios álbumes en catalán estaba preparando trabajos también en castellano. A punto estuvo de seleccionarse su Tirititero, bellísima melodía, pero finalmente se optó por la alegre y festivalera composición del Dúo Dinámico; La, la, la. Manuel de la Calva y Ramón Arcusa habían revolucionado la música popular española en los últimos diez años, y sabían perfectamente lo que podía triunfar en un certamen de esas características.
La elección era perfecta; Serrat la matizó desde los primeros ensayos con su toque inconfundible, y sonaba de maravilla. Se grabaron los clips en varios idiomas, y las casas de apuestas apuntaban que España podía obtener un éxito inesperado.
Pero en Gran Bretaña nadie pensaba en eso, ni se mostraban preocupados por la competencia de otras favoritas como Irlanda o Francia. Tras el sensacional suceso de Las marionetas en la cuerda, la BBC apostó, nada menos que por una estrella como Cliff Richard, que aunque no podía contar para el certamen con sus amigos los Shadows, se sentía invencible con su Congratulations, canción ligera y divertida donde las hubiera, en la que el cantante anglohindú se mostraba como pez en el agua. 


Apenas veinte días antes del evento, surge lo inesperado: Serrat anuncia que no acudirá a Londres si no es interpretando el La la la en catalán. Se han vertido ríos de tinta sobre toda la polémica, desde enormes presiones al cantautor por parte de grupos catalanistas, hasta la teoría de jugada maestra comercial y publicitaria que llegó demasiado lejos.
Lo cierto es que Joan Manuel aceptó encantado desde el principio la invitación de acudir al ESC de ese año, y trabajó con entusiasmo junto al Dúo Dinámico para dar forma y arreglos a la canción elegida.
Nadie dudaba que TVE, ni por supuesto el aparato del Régimen, pudieran aceptar, ni tan siquiera negociar lo que consideraban un órdago inasumible apenas tres semanas antes del festival. Contrarreloj, se pensó en pergeñar una solución de emergencia, y para ello se acudió a la misma casa de discos a la que pertenecía Serrat, Novola-Zafiro, por si había algún artista de su catálogo que pudiera aceptar ese caramelo envenenado, y salvar los muebles de la forma más digna posible.
Desde Zafiro recomendaron a una potente vocalista, María Félix de los Ángeles Santamaría, Massiel, que se encontraba a la sazón de gira por México.Cuando recibió la sorprendente llamada de Jesús Aparicio-Bernal Sánchez, la madrileña no dudó ni un segundo en embarcarse en semejante jardín. Y se puso manos a la obra.
En apenas dos semanas se realizaron nuevos ensayos, y tanto el maestro Ibarbia, como Arcusa y De la Calva, se mostraron de acuerdo en envolver la melodía en un tempo ligeramente más rápido que la inicial elegida para Serrat. Y la verdad es que sonaba fenomenal el nuevo arreglo. Ya sólo faltaba elegir el vestuario, y para ello se realizó una oportuna visita a París, donde la propia artista eligió un precioso modelo de Courreges.

Un frío abril de primavera londinense, recibió con entusiasmo lo que debía ser la consagración y confirmación de todos los pronósticos. Inglaterra estaba feliz tras su victoria en los Mundiales de fútbol de 1966, entusiasmada con la gloria conquistada por Sandie Shaw, y veía que en ese 1968 el Manchester United acariciaba la Copa de Europa y Cliff Richard podía obtener un histórico doblete eurovisivo.
La expedición española, con el sempiterno Ibarba, el periodista Federico Gallo, el Dúo Dinámico y Massiel, arribaron en el Royal Albert Hall, con cierto y ligero optimismo, y es que tras la catarsis de los días pasados, la copla elegida había vuelto a tomar aire, y casi estaba ya al nivel de la francesa Isabelle Aubret, muy cerca de la tercera plaza,según las casas de apuestas.
El seis de abril de 1968 tiene lugar el certamen, siendo el primero que se emite a todo color por televisión, con una estupenda realización, y un sonido impecable.
Cuando salta el Reino Unido en el duodécimo lugar, se escuchan gritos entusiastas de jovencitas a la usanza de los Beatles. La actuación local es de categoría, con un Richard que canta de maravilla y se mueve casi mejor. El apoyo del coro no es baladí, y tras la ovación final, nadie duda en el Albert Hall del triunfo inminente, en apenas una hora.
Massiel sale al escenario en el puesto 15, y lo hace sin ningún miedo ni similar. Suelta, simpática, luciendo piernas, y con la poderosa voz que tiene. Muy buena actuación, muchos aplausos, y en pocos minutos comienza la suerte suprema.

 Las perspectivas británicas eran muy claras: a mitad de la votación ya debía haber una distancia cómoda con los inmediatos seguidores, y en el último tercio ya pudiera estar el triunfo consagrado, como lograron las Marionetas un año antes. Pero sorprendentemente, y distanciándose de Francia e Irlanda, España estaba siempre a muy poco margen de los anfitriones, y ya en la penúltima votación, Alemania concede seis votos a España y dos al Reino Unido, que se ve superado en ese momento por un ajustado 28-29. En la última votación, Yugoslavia podía otorgar el triunfo a ambos. Para monumental sorpresa, los balcánicos no otorgan ningún voto a los dos primeros, manteniéndose inamovible la mínima ventaja hispana, para desesperación local.

La victoria de Massiel se vivió por la televisión en nuestro país como si del gol de Marcelino ante la Unión Soviética de Yashin, o el triunfo de Manolo Santana de 1966 en Wimblendon.       
De hecho, la llegada a Barajas de los vencedores eurovisivos, tuvo más afluencia popular que la del Real Madrid ye-ye, en la conquista de su sexta Copa de Europa. Recorrieron las calles capitalinas en un precioso descapotable blanco, mientras ya en TVE se pensaba en organizar un magno festival para el año siguiente, nada menos que en el Teatro Real, y de inmediato se ofrecía Salvador Dalí en diseñar el cartel del ansiado ESC 1969.

A Cliff Richard siempre le quedó el regusto amargo del triunfo que se escurre entre los dedos, algo que ni imaginaba que fuera posible sólo unos días antes. Por ello, cuando en 1973 la BBC le ofrece representar de nuevo al Reino Unido, esta vez en Luxemburgo, ni lo dudó un instante, reclamando de inmediato la colaboración de sus amigos Shadows, y defendiendo una estupenda canción, con aires hippies, Power to all our friends, con la que estaba dispuesto a no volver a quedar segundo...y acertó de pleno, porque el bueno de Cliff no tuvo otra mejor idea que volver en la edición de aquel choque de trenes, cuando saltaron a la arena eurovisiva esos dos Mihuras desbocados, nada menos que Anne Marie-David vs Mocedades...y tuvo que conformarse con la tercera plaza. ¡Pero a quién se le ocurre!





Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...