sábado, 20 de octubre de 2012

Días de catedrales

Fue en el verano de 2007, cuando mi hermana pequeña (conocida en estos mundos bloggeros como Capitán Araña, y que por aquél entonces vivía en Bratislava, perfeccionando su técnica musical), al venir de vacaciones, trajo en su equipaje un dvd, que causó todo una conmoción musical en la órbita familiar...la grabación era nada menos que el musical Notre-Dame de Paris, y que desde su estreno a fines de 1998, se convirtió en el gran suceso musical de esos años en el país galo...

Pues bien, lo curioso de todo aquello es que la persona que mostró mayor entusiasmo ante aquellas canciones...pues fue nada menos que mi sobrino que apenas tenía año y medio...la primera que se apercibió de aquello fue mi propia hermana, que me comentó, muy convencida, y con total aplomo...¡al niño le encanta Notre-Dame!
La verdad es que no hice el menor caso, y pensé que era una boutade, una exageración, una extravagancia propia de músicos, que son gentes peculiares... pero cierta día tuve que rendirme a la evidencia...mi sobrino estaba en su parque, mirando ensimismado, oyendo complacido las canciones de la representación...

A partir de ese día, cuando iba a verlo, lo sentaba conmigo y veíamos casi el primer acto entero...mi sobrino que es un rubiasco travieso, cariñoso y simpatiquísimo, se lo pasaba pipa con todas las canciones... incluso cuando entraba en escena nada menos que Patrick Fiori (que interpretaba al capitán Febo) gritaba alborozado, diciendo que era su papá...aquello era sin duda efecto de su amor filial, ya que mi cuñado, que posee otras grandes cualidades, ni canta, ni por supuesto le adorna ese porte apuesto...

Ya más tranquilamente, me hice como correspondía, con una copia exclusiva, para poder visionar el espectáculo de forma más apropiada (aunque menos divertida, debo admitirlo) y con el sonido que merecía...y aquello fue fabuloso...muy difícil encontrar un show semejante, sin ninguna canción de relleno, con una coreografía, una dirección artística soberbia, y unos interpretes prodigiosos.

Y es que Notre-Dame de Paris, adaptación musical de la obra de Victor Hugo, tiene una deliciosa musica de Richard Cocciante, a la que Luc Plamondon dotó de unas letras inspiradísimas...además el casting fue perfecto, impecable, nada menos que Bruno Pelletier interpretando al poeta Gringoire, Hélène Ségara a la bella Esmeralda , el citado Patrik Fiore, y por supuesto Garou en un inigualable Quasimodo o Daniel Lavoie adoptando al terrible y complejo Frollo...tras el descomunal éxito que siguió al estreno en el otoño de 1998, se sucedieron los premios y honores, y el tema principal de la obra, Belle, es elegida canción del año en Francia, y nominada entre las cien mejores del siglo XX.
A partir de ahí, se encadenan las versiones, destacando la inglesa, extraordinaria...pero también aterriza la franquicia en Italia, Rusia, Corea del Sur, Canadá, Bélgica...y España. Lamentablemente, la versión hispana es de un nivel modesto, pobre, por no decir paupérrimo...y queda a años luz del original francés. Una lastima.

Sin exagerar un ápice, les puedo asegurar que el Notre-Dame de París, es uno de los mejores musicales que se hayan compuesto nunca, al nivel de los más grandes de Broadway, pero con una magia y un lirismo estremecedor...pero, claro, en mi caso, es que siempre estarán unidas esas canciones, esos bailes...pues a esas tardes de verano, en las que disfrutaba del espectáculo con mi sobrino...días y ¡temps de cathédrales!


sábado, 6 de octubre de 2012

La música del alirón

Hace días, durante el descanso de un apasionante Sevilla-F.C. Barcelona, esa estupenda periodista deportiva que es Mónica Marchante (nada que ver con lo que suele aparecer en otros programas que están en la mente de todos) entrevistaba al vicepresidente del equipo local, que se deshacía en loas, proclamando la belleza del himno de su equipo, la famosa composición del Arrebato, para concluir que sin duda era el mejor himno deportivo de Europa y del mundo (supongo que mundial). 
Independientemente de la magnitud de la hipérbole, tan andaluza, tan sevillana, tan barroca...pues en ese momento, como aficionado viejo del Athletic, me revolví en mi sofá, y pensé en el himno de los rojiblancos vizcaínos...y sobre todo en el compositor del mismo, en el maestro que lo pergeñó, el gran Carmelo Bernaola.

 
Bernaola pertenecía a la llamada generación del 51, la misma de Luis de Pablo y Cristóbal Halffter, que abrazaron la vanguardia, ofreciendo un espectáculo delicioso de músicas complejas, atonales, aleatorias, dodecafónicas...un ejemplo perfecto de esas músicas tan inquietantes es esta celebérrima sintonía que compuso en 1976...

 

Pues bien, Bernaola era además un fiel seguidor del Athletic de Bilbao, y por ello a nadie extrañó que en 1981, la directiva del club le encargara la composición del himno del equipo, ya que aunque existían dos piezas oficiosas, de 1913 y de 1950, no había un modelo claro, identificativo, como los conocidos del Real Madrid, Atlético o Barcelona.
Don Carmelo tomó como primer referente el estribillo del Alirón, que era nada menos que un cuplé que hizo furor en España en lo primeros años del pasado siglo, y cuya letra original era así:

En Madrid está de moda
la canción del Alirón
y no hay nadie en los Madriles
que no sepa esta canción,
pues las niñas ya no entregan
a un galán su corazón
si no sabe enamorarlas
entonando el Alirón.
Alirón, pon, pon.
Alirón, pon, pon.

Si se fijan, exactamente lo mismo que cantaba Guadalupe Muñoz Sampedro en Historias de la radio, para celebrar alborozada el éxito de Alberto Romea (alias Pichirri), en aquel inolvidable concurso...pues bien, cuando la famosa cupletista Teresita Zazá actuó en Bilbao, y entonaba esa pieza maestra de su repertorio...quedó admirada, ya que el público del Salón Vizcaya, la rectificaba, entonando al unísono las líneas finales, por las (desde ese mismo momento) ya legendarias...
¡¡Alirón, alirón, el Athletic es campeón!!  

Bernaola añade al cuplé un pasacalles del maestro  Feliciano Beobide, originario de 1928, y que enseguida nos retrotrae a fiesta, charangas, cuadrillas...tan similares a la Tudela de mis mayores, y por supuesto no podía faltar el txistu y el tamboril...el resultado fue espectacular...impetuoso, homérico, que diría Barry Fitzgerald en El hombre tranquilo.

El Athletic ya tenía himno, y no un himno cualquiera, sino la composición perfecta, que entroncaba con la afición, con el pueblo, con su historia...hundiendo sus raíces en un cuplé de 1913, que tenía los mejores arreglos imaginables...y que además sonaba de maravilla...¡no me digan que no!



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