domingo, 8 de abril de 2007

Siete días en otra ciudad

(En otra ciudad, y en otras ciudades...)

Bandejas de gulash y otras delicias, acompañadas de gigantescas jarras de cerveza; trolebuses y tranvías que te llevan a cualquier parte; noches de ópera, La Bohéme en Bratislava, Cándido en Praga,(¡una escenografía que admira!); hinchas alemanes que verán ganar (como casi siempre) a su equipo; un señorial castillo que contempla el Danubio; el Puente de Carlos, esplendor bohemio; la plaza de san Wescenlao que vive siempre en una verbena, un reloj astronómico que maravilla a mi madre; Praga mágica, Praga negra, Praga esotérica, de continuas referencias a Kafka y el Golem, pero mucho más que reclamo de turistas; la guapa recepcionista del Standard; los deslumbrantes palacios Hofburg, donde Sissi, (¿o era Romy Schneider?) paseaba su desdicha; un Mc Donalds salvífico y reparador; estancos que son el paraíso de los fumadores en pipa; el pub La Habana, (entonar guantanamera, guajira guantanamera, a cuatro voces con el coro más encantador que imaginar pueda); ruta en el Pendolino (no es el AVE, tampoco hay que exagerar); martinis en buena compañía...

Y al final, como coda final, un parque y una noria; la misma noria y el mismo parque en el que hace sesenta años Holly Martins pudo descubrir el mal con mayúsculas y comprender que su amigo Harry Lime ya nunca más sería su amigo, donde quizás tuvo la primera intuición que Ana no sería nunca suya, pero también donde tuvo la certeza, en ese viaje fantasmagórico, que nadie le robaría nunca, ni su dignidad, ni su ética...

(Dakujem, Conchi, dakujem)
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